El autor regresa a la literatura de viajes con “New York,
New York…” (Plaza y Janés), donde nos cuenta sus experiencias tras una estancia
en la urbe de varios meses ininterrumpidos.
Allí, Reverte dedicó su tiempo tan solo a escribir y pasear
las calles neoyorquinas, de modo que este texto va contándonos el día a día de
una metrópoli fascinante y cargada de energía, que al habitarla nos ofrece casi
siempre una visión llena de vitalidad.
El autor nos cuenta la historia de la ciudad, nos describe
sus barrios -Harlem, el Village, el Midtown, Hell's Kitchen, Chinatown,
Broadway...-, se asoma a sus rincones menos conocidos, pinta sus dos ríos,
habla de los escritores que han trabajado sobre ella, recorre Manhattan de
arriba abajo, y nos retrata otros barrios cercanos, como Brooklyn y la isla de
Roosevelt.
He aquí un extracto:
«La naturaleza íntima
de Nueva York se expresa mejor que nada a través del jazz, una música tan
dislocada y cargada de energía como la ciudad, tan sinsentido en su apariencia,
de tan rara armonía como esos rascacielos que crecen los unos junto a los otros
como extraños entre ellos. Y sin embargo, es esa naturaleza disparatada y
caótica, exenta de uniformidad, la que acaba por dar un sentido a la música y
al propio Nueva York: el orden del caos, el orden del desorden. Es una forma
inconsciente de expresar la libertad. Y Nueva York, igual que el jazz, es sobre
todo libertad. Quizás sea esa una de las razones por las que esta urbe nos hace
sentirnos felices.»
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