Esta primera novela de María Iglesias es uno de esos libros que captan tu atención por el título y la portada. Y cuando lees el argumento, no puedes resistirte. Lo había fichado hace un par de años, pero después le perdí la pista. Hasta la semana pasada, que me reencontré con él.
“Lazos de humo” es la historia de Germán, hijo de un carbonero que ha dejado su aldea en Cantabria para buscarse la vida en Cádiz. Allí, padre e hijo salen adelante con mucho trabajo e infinitas penurias, pero Germán tiene un aliciente: quiere seguir estudiando, dejar atrás la carbonería.
En ese empeño tiene mucho que ver su madre, y Eliseo, un joven periodista al que conoce en la diligencia que les traslada a Cádiz. Este hombre capta de inmediato el potencial del niño. Y así, pasan los años, y Germán sigue en su empeño, llegando a convertirse en abogado, nada menos, en una época (finales del siglo XIX), en el que los estudios estaban reservados para unos pocos privilegiados.
Hasta aquí, a pesar de las dificultades, la vida del protagonista parecía seguir el plan establecido, y eso me disgustaba un poco, porque en la vida real no siempre el esfuerzo es suficiente para lograr tus metas. Pero de repente, la trama da un giro y surgen nuevas complicaciones. Esto me impulsó a seguir la historia con más ganas, porque le aportaba el toque de realidad que a mi entender, faltaba.
En definitiva, que la historia de Germán puede ser la de cualquiera, con trabajo, años de estudio y dedicación, éxitos y también fracasos, con esos zarpazos que da la vida y que sumen al protagonista en el desánimo, que le dejan la sensación de haber hecho un esfuerzo inútil, porque la vida no había contemplado la posibilidad de dejarle cumplir sus sueños.
Además de la historia de Germán, en el libro asistimos a otros destinos inesperados, como el del propio Eliseo, que embarcará rumbo a Filipinas en el momento en que se dan las primeras reivindicaciones de autonomía en la colonia. Todo ello aderezado con un retrato muy bien documentado de la España de finales del siglo XIX.