Este no es el primer libro de José María Guelbenzu que cae
en mis manos. De hecho, ya había leído otros casos protagonizados por la juez
Mariana de Marco (“El hermano pequeño”, “No
acosen al asesino”), pero sí que debo reconocer que éste último se me ha
hecho más ameno.
Aparte de la jueza, el protagonista es Javier Goitia, un
periodista que de camino a sus vacaciones en una localidad del norte del país,
coincide en el tren con Mariana y queda prendado de ella. El azar querrá que
vuelvan a encontrarse, después de que Javier ayude a una mujer que ha sido
violada y se vea involucrado en un asunto muy turbio que implica a varias
familias poderosas de la comarca.
Aparte del ritmo de la narración, siempre ágil en los libros
del autor, me ha gustado el hecho de introducir aspectos más personales de la
juez, alejándola así del perfil de mujer fría que se podía entrever en otras
novelas de la serie.
Sin embargo, a mitad de la novela el relato se ralentiza un
poco, por momentos parece que la acción se estanca. Pero afortunadamente, la
trama vuelve a coger ritmo y, de golpe, aparecen nuevos datos que llevan a un
final inesperado, algo habitual en este género, y que a fin de cuentas, es lo
que nos gusta a los lectores.
De todos modos, sigo siendo más fiel a las novelas
protagonizadas por detectives o policías (Petra Delicado, Salvo Montalbano,
Bevilacqua), que a las historias enmarcadas dentro del ámbito judicial.
Cuestión de gustos.
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