Esta avenida, un lugar prácticamente desconocido, existió (y
existe) y actualmente forma parte de una Barcelona que muy pocos conocen. María
Zaragoza nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en ella con un relato de
terror claustrofóbico.
“Avenida de la Luz”
(Minotauro) arranca en 1955, cuando Hermenegildo Pla desaparece sin dejar
rastro mientras trabajaba en la Ciudad de la Luz, un proyecto arquitectónico en
el subsuelo de Barcelona que debía ampliar la antigua Avenida de la Luz y que
nunca llegó a inaugurarse.
Una década después, Herme reaparece como si no hubiera
pasado nada y con la misma ropa con la que se había ido. Cuando explica dónde
ha estado, nadie le cree. Pero vuelve a desaparecer, y es entonces cuando sus
historias cobran sentido para Pere, su nieto. El joven no dudará en contactar
por Internet con Will, un estudiante inglés que busca compañeros de exploración
urbana, con la intención de colarse en la zona.
Esta avenida se encontraba debajo de la calle Pelayo, entre
la plaza de Cataluña y la calle Bergara. Fue la primera galería comercial
subterránea de Europa, y se encontraba a una profundidad de siete metros bajo
tierra.
La Avenida se extendía ciento setenta y cinco metros bajo
tierra y por ella llegaban a pasar unas 60.000 personas al día. El espacio
abrió sus puertas al público en 1940 y en él se encontraban hasta 75 locales, entre
tiendas, oficinas, bares, un estudio de Radio Nacional de España, una sala de
reportajes de La Vanguardia e incluso el primer cine de la familia Balañá, que
se inauguró en 1943 con una programación infantil dedicada a Walt Disney, pero
que acabó proyectando películas X después de que la Avenida pasase por un proceso
de degradación. A partir de los años 70 los comercios fueron abandonados
paulatinamente y la Avenida empezó a ser poblada por indigentes y mendigos. Se
cerró en 1990, al inicio de las obras del centro comercial El Triangle.
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