Esta semana he rescatado de mi biblioteca particular un título que está de actualidad por el estreno, hace unas semanas, de su versión cinematográfica. “La ladrona de libros” de Markus Zusak es una historia sobre judíos y nazis, pero cuenta con una particularidad: la narradora de la novela es la propia muerte.
Ella es la encargada de contarnos la historia de Liesel Meminger, una niña que vive acogida por una familia en la Alemania nazi anterior a la II Guerra Mundial. Ella deberá sobrevivir, y al mismo tiempo, ayudar a un joven judío al que esconde para protegerlo.
El libro, considerado como una novela juvenil, fue publicado en 2005, y dos años más tarde obtuvo el Premio Michael L. Printz. En 2009 ya llevaba más de cien semanas en la lista de los mejores bestsellers infantiles del New York Times.
Mi siguiente recomendación es también bastante reciente. “La soledad de los números primos” supuso el debut del físico teórico Paolo Giordano en la literatura, y también fue llevada al cine. Publicada en 2008, además de buenas críticas obtuvo el Premio Strega y ha sido traducida a 23 idiomas.
Es la historia de dos personas y la relación que van tejiendo a través de los años. Una relación extraña, derivada de la soledad de ambos. Ellos son Mattia y Alice. Él es un niño superdotado que, a los siete años, deja sola en el parque a su hermana discapacitada psíquica y no vuelve a verla. Arrastra su sentimiento de culpa. Alice sufre un accidente de esquí que le deja coja, lo que le causa baja autoestima y le granjea las burlas de su “amiga” Viola. Ambos encontrarán en el otro un refugio y un amigo en el que apoyarse.
Por último, recomiendo “Ojos de agua”, la primera novela de Domingo Villar, protagonizada por el inspector Leo Caldas. El autor escribió posteriormente “La playa de los ahogados”, y estamos aún a la espera de su tercera novela, que se está haciendo de rogar y que llevará por título (provisionalmente, nada es aún seguro) “Cruces de piedra”.
Un joven saxofonista ha sido asesinado de manera cruel, lo que apunta a un crimen pasional. Pero el muerto no tenía una relación estable, y en su piso no se han encontrado huellas. Leo Caldas, que compagina su trabajo de inspector con un consultorio radiofónico, deberá resolver el caso, con la ayuda de Carlos Estévez, un aragonés demasiado impetuoso para desenvolverse en una Galicia irónica y ambigua.
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