La autora se ha inspirado en una paradoja para escribir “El año que duró dos segundos”
(Salamandra): la divergencia entre la hora solar y la hora atómica, que obliga
a ajustar los relojes de todo el mundo cada tantos años. Esta corrección, que
consiste en detener las agujas uno o dos segundos, da pie a una duda filosófica:
¿es real o ficticia esa fracción de tiempo.
Con esta curiosidad como punto de partida, Joyce narra el
desmoronamiento de una familia.En 1972, año en que empezó a realizarse la
sincronización de los relojes, Byron Hemmings tiene once años y su madre lo
lleva en su lujoso Jaguar a Winston House, una escuela privada para niños pudientes.
Diana conduce con prisas y, por un despiste, atropella a una niña que va en
bicicleta. Sin detenerse, sigue su camino, pero tanto madre como hijo
comprenden que su vida ya no será la misma.
Byron comienza a hacerse preguntas y Diana, atormentada por
la culpa, entabla una extraña relación con la madre de la niña herida, con
quien pasa largas horas intercambiando confidencias. Así, comienzan a verse los
defectos de la familia perfecta: mientras Seymour, el marido de Diana,
obsesionado por controlarlo todo, teme que salga a la luz el accidente de su
mujer, Byron se convierte en testigo involuntario de las fisuras de una
realidad que creía sólida y duradera.
Esta es la segunda novela de Rachel Joyce, tras “El insólito peregrinaje de Harold Fry”,
publicada en treinta países y finalista del Commonwealth Book Prize y del Man
Broker Prize. También es autora de más de veinte obras dramáticas para Radio 4,
la prestigiosa emisora de la BBC, llegando a ganar en 2007 el Premio Tinniswood
a la Mejor Obra de Teatro para Radio.
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