En la decimocuarta entrega de la serie, “El laberinto azul” (Plaza y Janés), la sombra de una venganza ancestral amenaza la
vida del agente del FBI Aloysius Pendergast.
A las nueve y veinte de la noche llaman al timbre de la
residencia neoyorquina del agente Pendergast y la fiel Constance Greene acude a
abrir. En el umbral aparece Alban, el hijo de Pendergast, cuyo cuerpo atado con
cuerdas gruesas cae estrepitosamente al suelo. Está muerto.
Su padre sale a la calle y persigue sin éxito a un coche negro.
Un informe dictaminará que el cadáver no presentaba signos de violencia, ni
restos de alcohol o drogas. A Alban le partieron el cuello en un crimen
planeado al detalle, obra de profesionales. Al día siguiente el teniente Peter
Angler, encargado del caso, habla con el padre de la víctima y su actitud le
desconcierta. Pendergast le informa de que apenas tenía relación con su hijo, y
aparentemente no tiene interés en cooperar con la investigación.
Pero al llegar a casa, Pendergast accede a la base de datos
de homicidios no resueltos y localiza los resultados de ADN del llamado Asesino
de los Hoteles, cuya brutalidad mantuvo en vilo a Manhattan hace tiempo.
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