Es uno de los libros más vendidos este verano, y con razón,
porque la promoción y las críticas han hecho despertar la curiosidad de los
lectores. Pero debo admitir que esperaba algo más, y que en determinados
momentos he tenido la sensación de haber leído algo parecido con anterioridad.
Me explico: la novela de Corina Bomann me ha recordado en
ocasiones a los libros de Kate Morton, en lo que se refiere a la mansión
victoriana y a los secretos de familia. Por otro lado, el hecho de que la
protagonista deba trasladarse a una isla exótica, en este caso Sri Lanka, me ha
hecho encontrar similitudes con “El
secreto de la orquídea”, de Lucinda Riley. Y por último, algunos pasajes me
han parecido similares a otros que ya leí en “El país de la nube blanca”, de Sarah Lark.
Por lo demás, no tengo quejas en cuanto al relato. El hecho
de que la protagonista deba ir enlazando pistas, y encajarlas en un complejo
puzzle cuyas piezas son secretos del pasado familiar, es algo que engancha al
lector, y hace que la lectura sea amena. Pero resumiendo, he de reconocer que
mis expectativas eran demasiado altas. Y un último apunte: la encuadernación
del libro me ha encantado, en este sentido la editorial Maeva se ha esmerado, y
eso se agradece, sobre todo si, como es mi caso, eres adicta a la edición en
papel (no creo que llegue nunca a adaptarme al libro electrónico).
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