El escritor, humanista y economista nos dejó el pasado 8 de abril, y es justo recordarle con el legado literario que nos ha dejado.
Nacido en Tánger, donde vivió hasta los trece años, fue reclutado en 1936 por el ejército republicano, aunque más tarde pasaría al bando sublevado. Tras la guerra, obtiene una plaza de funcionario de aduanas en Santander, pero en 1944 se traslada a Madrid, y se licencia en Económicas.
Al tiempo que ejerce como economista, desarrolla su actividad literaria, publicando varias novelas, y llegando a ser Miembro de la Real Academia, en 1990. También fue galardonado con la Orden de las Artes y las Letras en España (2010) y con el Premio Nacional de las Letras Españolas (2011).
Entre sus novelas, hay que destacar “El río que nos lleva” (1961), con la que rinde homenaje a los gancheros del río Tajo que transportaban la maderada río abajo.
Otra de sus obras más reconocidas es “Octubre, octubre” (1981), en la que trabajó durante 19 años, y que él mismo definió como “su testamento vital”.
“La sonrisa etrusca” (1985) es la historia de un anciano al que sacan de su casa para tratar de un cáncer. Al convivir con su hijo, y a pesar del cambio de costumbres, encontrará un aliciente en su vejez: la relación con su nieto Bruno. En 2011 se estrenó la versión teatral, con Héctor Alterio como protagonista.
En su bibliografía hay otros títulos como “La vieja sirena” (1990), “Real sitio” (1993), “El amante lesbiano” (2000), o “La senda del drago” (2006). Su última obra publicada fue “Cuarteto para un solista” (2011), en colaboración con Olga Lucas.
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