Esta novela de Antonio G. Iturbe está basada en un hecho real. El autor se fijó en la historia descrita por Otta B. Kraus en su libro “The painted wall”. Kraus estuvo preso en Auschwitz-Birkenau, y su mujer, Dita, es la bibliotecaria a la que alude el título.
En el bloque 31 del campo familiar de Auschwitz-Birkenau, el instructor Freddy Hirsch levantó una escuela, y también una biblioteca clandestina. Sólo constaba de ocho libros (entre ellos, un atlas de geografía, una novela de H.G.Wells, un libro en ruso, y otro de geometría) y varios libros vivientes, es decir, reclusos que narraban libros de viva voz a los niños.
Dita, que llegó al campo de concentración con nueve años, recibe el encargo de cuidar los ejemplares y esconderlos de los guardias, ya que los libros estaban prohibidos por las SS.
Es una historia cruda, hay pasajes de la novela muy duros, ya que se describe de forma directa la vida (por llamarla de alguna manera) en Auschwitz, y las terribles condiciones por las que tuvieron que pasar los internos. Pero también encontramos momentos muy emotivos, especialmente a partir de la mitad del relato. Dita nos muestra cómo un libro permite evadirse en las peores circunstancias, cómo se convierte en un refugio ante la adversidad.
El propio Iturbe resume el fin de algo tan heroico, que muchos pueden considerar inútil en momentos tan terribles: “Es verdad que con el pan para comer y el agua para beber sobrevive el hombre, pero sólo con eso muere la humanidad entera. Si el hombre no se emociona con la belleza, si no cierra los ojos y pone en marcha los mecanismos de la imaginación, si no es capaz de hacerse preguntas y vislumbrar los límites de su ignorancia, es hombre o es mujer, pero no es persona…”.
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