Este libro de Tatiana de Rosnay ha llegado a mí casi por casualidad, gracias a una selección de ofertas que encontré en unos grandes almacenes (hay que aprovechar, que me dejo un buen presupuesto en libros todos los meses).
He de admitir que, más que el argumento, me cautivaron el título y la portada, y una vez más, acerté. Hay que destacar que la historia parte de una premisa muy sencilla: una mujer se enfrenta a la expropiación de su casa, en el París de mediados del siglo XIX, cuando el barón Haussman, prefecto de la ciudad, se propuso modernizar la urbe construyendo amplios bulevares.
En forma de cartas que escribe a su marido, fallecido una década atrás, la protagonista cuenta cómo ha cambiado su vida desde que recibiera la notificación del ayuntamiento de París, y de paso, recuerda todo lo que ha vivido en esa casa: su matrimonio, el nacimiento de sus hijos, el fallecimiento de su suegra, la amistad con los vecinos…
Pero además, en dichas cartas confiesa algo que nadie, excepto ella, sabía. Se trata de un secreto del pasado que nunca quiso confesar a nadie.
Relata también cómo afronta las horas que le quedan en su hogar, y cómo planea resistir a las máquinas excavadoras: ella tiene un plan, y nada ni nadie le convencerá de no llevarlo a cabo.
En un principio, puede parecer que la historia no tiene mucha acción, pero la autora lo narra de tal manera, que el lector no puede evitar seguir pasando las páginas para comprobar cómo resiste esta mujer sexagenaria a la modernización y al progreso de su ciudad.
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