Y sí, la novela tiene su gracia, la trama es original, y es
un canto al optimismo, pero no ha llegado a convencerme del todo. El
protagonista es Leonard, un joven a punto de cumplir los 18 y que ha decidido
suicidarse, ya que considera que hacerse adulto no merece la pena por la tristeza
que conlleva. Pero antes debe entregar cuatro regalos a otras tantas personas:
su vecino Walt, su profesor Herr Silverman, su amigo Baback y la joven Lauren.
Leonard va narrando los acontecimientos, y descubriéndonos otros
del pasado, con su particular manera de ver la vida, y ése es uno de los
atractivos de la historia. Pero su historia no me ha impactado tanto como, por ejemplo, “La
elegancia del erizo” de Muriel Barbery (me aseguraron que si me había gustado
ese libro, éste me encantaría).
Otro punto original de este libro son las anotaciones a pie
de página, a modo de notas del traductor, aunque en realidad son aclaraciones
del propio Leonard sobre el relato. Al principio hace gracia recurrir a esas
notas, pero en ocasiones se hace pesado, porque hay anotaciones que casi ocupan
una página.
En fin, que la intención es buena, la de demostrar que
siempre hay esperanza, pero me ha parecido simplemente una historia entretenida
y fácil de leer, sin mayores pretensiones.
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