El género de terror no está entre mis favoritos; siempre he
sentido más miedo con las películas, y creo que es muy difícil transmitir esa
sensación a través de las páginas de un libro. Pero aun así, este libro de John
Boyne me llamó la atención desde un principio.
Con la intención de rendir homenaje a la novela gótica del
siglo XIX, el autor de “Motín en la
Bounty” presenta una historia de casas encantadas, secretos del pasado y ánimas
que no han encontrado su camino al más allá.
La joven Eliza Caine, tras perder a su padre, decide aceptar
un empleo como institutriz en la mansión de Gaudlin Hall, en Norfolk. El
anuncio no da muchas explicaciones, y al llegar tampoco consigue mayores
explicaciones. Parece que todos los que habitan la casa, y los vecinos del
pueblo, no quieren hablar de nada que tenga relación con esa casa.
Da la impresión de que en la casa sólo están Isabella y
Eustace, los niños a los que debe cuidar, aunque Eliza percibe una presencia
que parece querer protegerlos…y eliminarla a ella. De hecho, nada más bajarse
del tren, nota cómo unas manos la empujan a la vía. Ella sola deberá buscar
explicación a todos estos hechos.
El estilo del autor es directo, como siempre, sin dar rodeos
innecesarios ni entretenerse con detalles irrelevantes, y es algo que se
agradece en una novela que pretende dar miedo al lector. Pero por otra parte, confiaba
en encontrar ese giro inesperado que Boyne introducía en sus primeras novelas,
y que siempre me dejaba descolocada (véase “La
casa del propósito especial” o “El
niño con el pijama de rayas”). Sin
querer desvelar más detalles, os lo recomiendo como lectura entretenida para el
período estival.
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