Siempre pendiente de la actualidad, el autor traslada a su
personaje a un pueblo de la costa levantina (sin especificar), donde ha sido
hallado el cadáver de la alcaldesa, una joven promesa de la política local que
pretendía acabar con las corruptelas de sus antecesores. Además, el
descubrimiento de su agitada vida sexual complica aún más sus investigaciones.
Bevilacqua y su inseparable Chamorro se trasladan hasta allí
para iniciar las pesquisas, el juez ya ha levantado el cadáver y se está
preparando el funeral. Por ello, deberán empezar por investigar su entorno más
próximo, personal y profesional, para descubrir quién y por qué la ha
asesinado.
Además de la socarronería propia del protagonista (me
encantan las conversaciones que mantiene con sus superiores, con ironía pero
sin llegar a faltarles), me ha gustado el toque más humano que el autor ha
imprimido al personaje de Chamorro que, en esta ocasión, pasa por una crisis
personal, y esto la hace más humana, cuando siempre había parecido una mujer a
la que nada asustaba.
Y como ya os he comentado, la idea de trasladar la
corrupción siempre presente en las noticias a una novela me ha parecido una
idea muy atractiva: ya que parece que no se puede (o no se quiere) solucionar en
la vida real, al menos que sirva para construir un relato entretenido y ameno.
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