Este era el último libro que me quedaba por leer de Maeve Binchy, y me temo que será el último, puesto que la escritora falleció en 2012, aunque ¿quién sabe?, quizás hay alguna novela aún sin publicar.
Las historias de esta autora siempre (o casi siempre) tienen lugar en Irlanda, lugar de nacimiento de Binchy, y ésta no iba a ser una excepción. En esta ocasión, la trama se desarrolla en torno a una vieja mansión encima de un acantilado reconvertida en hotel, y en la que se reúne un variopinto grupo de personas durante una semana en invierno.
A partir de aquí, conocemos la historia personal de todos ellos de manera individual: Chicky, la dueña del hotel; un famoso actor que quiere pasar desapercibido; un matrimonio de médicos que necesitaban unas vacaciones; dos amigas que en realidad son futuras suegra y nuera; un joven sueco heredero de una gran empresa pero con inquietudes musicales; otro matrimonio aficionado a los concursos…
Pero a pesar de sus diferencias, todos lograrán abrirse a los demás en este entorno idílico y familiar, que marcará un antes y un después en sus vidas, aunque ellos aún no lo saben.
El hecho de que todas las novelas de la autora transcurran en el mismo país, y que sean historias personales de gente corriente, puede llevar a engaño y pensar que todos los libros son iguales, pero no es así. Con cada libro, Maeve Binchy consigue crear un nuevo relato con puntos en común con los anteriores, pero al mismo tiempo, totalmente nuevo.
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