“Una cocina a prueba de ratones” (Salamandra) es la propuesta de esta autora que ideó la trama de la novela a partir de una experiencia personal. Como ella misma explica, casi todos los personajes son de ficción, excepto el personaje de Freya, que se interpreta a sí misma.
Anna y Tobias son dos londinenses que esperan su primer hijo y sueñan con dejarlo todo y marcharse a vivir al sur de Francia. Pero al poco de nacer su hija Freya, los médicos descubren que padece graves trastornos cerebrales. Aún así, o quizás debido a ello, siguen adelante con su plan y compran una vieja granja en el Languedoc.
Allí deberán aprender a cuidar de su hija y a afrontar las innumerables complicaciones derivadas de instalarse en otro país, y en una remota zona rural. Tobias se refugia en sus composiciones y Anna sopesa la idea de montar una escuela de cocina, si es que algún día consigue librarse de los ratones que andan a sus anchas por la casa.
Ambos se verán sometidos a una gran tensión, mitigada por la presencia de un puñado de excéntricos lugareños: Julien, un espíritu libre que vive en una cabaña de madera; Ludovic, un granjero que les habla de los tiempos de la Resistencia ; Yvonne, la joven dueña del café del pueblo, que prepara unos embutidos de ensueño; y Kerim, que los ayuda a reparar la casa sin pedir nada a cambio.
Pero el tema central, junto a los inconvenientes de la vida en pareja, la maternidad, la amistad o las delicias de la gastronomía, es lo que los médicos no les dijeron a Anna y Tobías sobre su hija. Algo que les sorprenderá y llenará de esperanza.
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